lunes, 11 de mayo de 2015

COMPLEJO ARQUÉOLOGICO RUMICUCHO




El Pucará de Rumicucho (del quichua: rumi = piedra; cucho = rincón) o Lulumbamba (lulum = fruto; bamba = planicie). En el extremo norte se encuentra el encañonado del río Guayllabamba y en dirección sur, la quebrada Colorada. El paisaje dominante es de tipo desértico, con una rala cobertura vegetal formada por especies xerofíticas, entre las que se encuentran los cactus, tunas, pencos, matorrales como la chilca y mosquera y árboles como el quishuar, molle, algarrobo y campeche. El territorio en el que se encuentra el Pucará forma parte de la zona Xerofítica Equinoccial de la Provincia de Pichincha, cuya temperatura media es de 18 ° C.



El término quichua “pucará” significa fortaleza o lugar fortificado. Con este nombre se designa a un tipo de construcción prehispánica realizada en la parte alta de montañas de valor estratégico. Los pucaráes están asociados a la convulsiva etapa incaica, cuyas primeras evidencias datan de finales del siglo XV. Por referencias históricas se conoce que Túpac Yupanqui fue el primer inca que incursionó en la Sierra del actual Ecuador. Posteriormente, la presencia incaica se reinició con Huayna Cápac, y finalmente el Tahuantinsuyo soportó una larga guerra civil a causa del enfrentamiento entre los herederos del poder, Atahualpa y Huáscar. Durante el enfrentamiento entre los pueblos nativos e incas, se utilizó una infraestructura militar considerable: caminos, puentes, tambos y pucaráes. En este contexto, el Pucará de Rumicucho fue construido por los incas como un centro militar de control en el territorio de Quito, a la vez que fue utilizado como un puesto de avanzada en la conquista de los pueblos ubicados en Cayambe y Caranqui.



Los pucaráes, como norma general, fueron construidos en montañas con amplio dominio visual, cerca de centros poblados, zonas de interés económico o político y cruce de caminos. Seleccionado el sitio, se procedía a modificar la superficie de la colina mediante la remoción y relleno de materiales, con el fin de obtener espacios horizontales a diferentes niveles de altura. En el caso de Rumicucho, se hicieron tres plataformas longitudinales orientadas en sentido norte-sur, que dan lugar a cinco terrazas, siendo la del centro la más alta del conjunto. Cada una de estas áreas fue rodeada por un sólido y ancho muro de piedra, con el fin de cerrar el espacio útil, al mismo tiempo que obtener una muralla de protección. En el interior de las terrazas se levantaron recintos de diferentes formas y funciones, utilizando muros de pirca con techumbres de madera y paja.

Al iniciar la visita, usted puede identificar las principales construcciones y su funcionalidad, en orden de sur a norte:

Terraza quinta. Tiene una forma rectangular, con su extremo sur delimitado por un muro circular. El acceso se halla en el lado occidental que mira a la planicie. En el interior se encuentran dos áreas con evidencias edificadas. En la parte sur, se conserva la cimentación de una casa de forma rectangular, mientras que en el lado opuesto, se distribuyen varias construcciones alrededor de un patio central. En los dos casos se trata de lugares de habitación, en los que residía una población de prestigio étnico, ocupada en tareas domésticas y artesanales. Paralelo a este conjunto arquitectónico y en dirección este-oeste, se extiende un callejón que se abre en abanico a medida que se acerca al oriente.

Terraza cuarta. A continuación de la anterior y a un nivel más alto, se extiende un espacio rodeado por los muros de contención. En el interior no existen edificaciones, salvo un pequeño cuarto en la esquina sur oeste, con función de puesto de control en el trayecto a la parte alta. En esta terraza la gente se reunía antes de acceder a la cima del edificio, considerado el lugar de mayor importancia ritual. Este espacio, a más de permitir el ingreso a la tercera a través de una escalinata, se conecta con la segunda por medio de dos andenes longitudinales, también delimitados por muros de contención.

Tercera terraza. Es una plataforma rectangular de 54 m de largo por 16 m ancho. Es la parte más alta del Pucará y desde su cima se obtiene un control visual en una extensa superficie en los cuatro puntos cardinales. En el interior no hay construcciones, salvo un empedrado circular que estuvo localizado en el centro de la terraza. Esta plataforma, similar a otras identificadas en el área de Rumicucho, marcaba con toda seguridad el centro del edificio y el lugar de celebración de ritos. Esta terraza, igual que en el extremo sur, tiene otra escalinata para bajar a la segunda.

Segunda terraza. Los recintos descubiertos (dos de forma trapezoide y uno circular) debieron servir como lugares de consumo de alimentos y bebidas, luego de las actividades ceremoniales realizadas en la parte más alta del edificio. La estructura circular, actualmente incompleta por la erosión sufrida en la parte adyacente al barranco, se hallaba cubierta con una armazón de madera, a juzgar por los agujeros de poste identificados en su interior. En la parte occidental, y junto al segundo muro de contención, se encuentran dos recintos pequeños, identificados como cocinas. En efecto, se trató de lugares en donde se preparaba la comida en fogones de piedras semi enterradas y se guardaba el agua en grandes aríbalos asentados en agujeros realizados en el suelo. En el área de las cocinas se recuperó una gran cantidad de restos de alimentación, como huesos de llama, cuy, pato, a más de caracoles de tierra y otros restos de fauna.

Primera terraza. Corresponde al espacio más extenso del Pucará, localizado en el extremo norte del edificio. Se conoce, por las evidencias superficiales, la existencia de un muro perimetral, un corredor y una estructura circular en el extremo noroeste, vestigios que no han sido excavados. Mientras que en la parte sur y cerca de la segunda terraza, se aprecia la existencia de una casa de habitación de forma rectangular, actualmente investigada y restaurada. Se sabe que ésta fue un lugar de vivienda y en los sectores adyacentes la gente realizaba tejidos y objetos de hueso.

En términos generales, se puede decir que el Pucará fue una pequeña ciudadela, construida con materiales propios de la zona como la piedra de color rosado (pórfido cuarcífero), tierra, piedra pómez, madera y paja recogida en las partes altas de las montañas. El agua se obtenía de los pogyos o vertientes localizadas en la parte oriental del pucará y cerca de la quebrada de Monjas. Las edificaciones responden a un patrón arquitectónico incaico, adaptado a las condiciones topográficas de la colina, las cuales determinaron la ubicación de accesos, puestos de control y dirección de los muros de contención.



La función esencial de un Pucará fue la militar, por ello se construyeron en lugares altos, de amplio dominio visual, con recintos de piedra defendidos por murallas en su contorno. La funcionalidad militar se comprueba también por al material arqueológico: restos de vasijas de gran tamaño, armas de piedra y abundantes huesos de llama. No obstante esta actividad básica, los ocupantes del edificio también debían realizar labores artesanales, entre las que se encuentran: la cerámica, tejidos, herramientas y adornos de hueso y piedra, a más de otras labores relacionadas con la subsistencia de la gente asentada en este lugar. Algunos indicios llevan a pensar que en este sitio se realizaban ceremonias relacionadas con el sol, la luna, la tierra y las estaciones. Según las fuentes históricas, las fiestas más importantes de los pueblos andinos ocurrían durante los cambios de estación. Es decir, en los equinoccios (20 y 21 de marzo y 22 y 23 de septiembre) y solsticios (21 de junio y 21 de diciembre).



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