El Pucará de Rumicucho (del quichua: rumi =
piedra; cucho = rincón) o Lulumbamba (lulum = fruto; bamba = planicie). En el
extremo norte se encuentra el encañonado del río Guayllabamba y en dirección
sur, la quebrada Colorada. El paisaje dominante es de tipo desértico, con una
rala cobertura vegetal formada por especies xerofíticas, entre las que se
encuentran los cactus, tunas, pencos, matorrales como la chilca y mosquera y
árboles como el quishuar, molle, algarrobo y campeche. El territorio en el que
se encuentra el Pucará forma parte de la zona Xerofítica Equinoccial de la
Provincia de Pichincha, cuya temperatura media es de 18 ° C.
El término quichua “pucará” significa
fortaleza o lugar fortificado. Con este nombre se designa a un tipo de
construcción prehispánica realizada en la parte alta de montañas de valor
estratégico. Los pucaráes están asociados a la convulsiva etapa incaica, cuyas
primeras evidencias datan de finales del siglo XV. Por referencias históricas
se conoce que Túpac Yupanqui fue el primer inca que incursionó en la Sierra del
actual Ecuador. Posteriormente, la presencia incaica se reinició con Huayna
Cápac, y finalmente el Tahuantinsuyo soportó una larga guerra civil a causa del
enfrentamiento entre los herederos del poder, Atahualpa y Huáscar. Durante el
enfrentamiento entre los pueblos nativos e incas, se utilizó una
infraestructura militar considerable: caminos, puentes, tambos y pucaráes. En
este contexto, el Pucará de Rumicucho fue construido por los incas como un
centro militar de control en el territorio de Quito, a la vez que fue utilizado
como un puesto de avanzada en la conquista de los pueblos ubicados en Cayambe y
Caranqui.
Los pucaráes, como norma general, fueron
construidos en montañas con amplio dominio visual, cerca de centros poblados,
zonas de interés económico o político y cruce de caminos. Seleccionado el
sitio, se procedía a modificar la superficie de la colina mediante la remoción
y relleno de materiales, con el fin de obtener espacios horizontales a
diferentes niveles de altura. En el caso de Rumicucho, se hicieron tres
plataformas longitudinales orientadas en sentido norte-sur, que dan lugar a
cinco terrazas, siendo la del centro la más alta del conjunto. Cada una de
estas áreas fue rodeada por un sólido y ancho muro de piedra, con el fin de
cerrar el espacio útil, al mismo tiempo que obtener una muralla de protección.
En el interior de las terrazas se levantaron recintos de diferentes formas y
funciones, utilizando muros de pirca con techumbres de madera y paja.
Al iniciar la visita, usted puede identificar
las principales construcciones y su funcionalidad, en orden de sur a norte:
Terraza quinta. Tiene una forma rectangular,
con su extremo sur delimitado por un muro circular. El acceso se halla en el
lado occidental que mira a la planicie. En el interior se encuentran dos áreas
con evidencias edificadas. En la parte sur, se conserva la cimentación de una
casa de forma rectangular, mientras que en el lado opuesto, se distribuyen
varias construcciones alrededor de un patio central. En los dos casos se trata de
lugares de habitación, en los que residía una población de prestigio étnico,
ocupada en tareas domésticas y artesanales. Paralelo a este conjunto
arquitectónico y en dirección este-oeste, se extiende un callejón que se abre
en abanico a medida que se acerca al oriente.
Terraza cuarta. A continuación de la anterior y
a un nivel más alto, se extiende un espacio rodeado por los muros de
contención. En el interior no existen edificaciones, salvo un pequeño cuarto en
la esquina sur oeste, con función de puesto de control en el trayecto a la
parte alta. En esta terraza la gente se reunía antes de acceder a la cima del
edificio, considerado el lugar de mayor importancia ritual. Este espacio, a más
de permitir el ingreso a la tercera a través de una escalinata, se conecta con
la segunda por medio de dos andenes longitudinales, también delimitados por
muros de contención.
Tercera terraza. Es una plataforma rectangular
de 54 m de largo por 16 m ancho. Es la parte más alta del Pucará y desde su
cima se obtiene un control visual en una extensa superficie en los cuatro
puntos cardinales. En el interior no hay construcciones, salvo un empedrado
circular que estuvo localizado en el centro de la terraza. Esta plataforma,
similar a otras identificadas en el área de Rumicucho, marcaba con toda
seguridad el centro del edificio y el lugar de celebración de ritos. Esta
terraza, igual que en el extremo sur, tiene otra escalinata para bajar a la
segunda.
Segunda terraza. Los recintos descubiertos (dos
de forma trapezoide y uno circular) debieron servir como lugares de consumo de
alimentos y bebidas, luego de las actividades ceremoniales realizadas en la
parte más alta del edificio. La estructura circular, actualmente incompleta por
la erosión sufrida en la parte adyacente al barranco, se hallaba cubierta con
una armazón de madera, a juzgar por los agujeros de poste identificados en su
interior. En la parte occidental, y junto al segundo muro de contención, se
encuentran dos recintos pequeños, identificados como cocinas. En efecto, se
trató de lugares en donde se preparaba la comida en fogones de piedras semi
enterradas y se guardaba el agua en grandes aríbalos asentados en agujeros
realizados en el suelo. En el área de las cocinas se recuperó una gran cantidad
de restos de alimentación, como huesos de llama, cuy, pato, a más de caracoles
de tierra y otros restos de fauna.
Primera terraza. Corresponde al espacio más
extenso del Pucará, localizado en el extremo norte del edificio. Se conoce, por
las evidencias superficiales, la existencia de un muro perimetral, un corredor
y una estructura circular en el extremo noroeste, vestigios que no han sido
excavados. Mientras que en la parte sur y cerca de la segunda terraza, se
aprecia la existencia de una casa de habitación de forma rectangular,
actualmente investigada y restaurada. Se sabe que ésta fue un lugar de vivienda
y en los sectores adyacentes la gente realizaba tejidos y objetos de hueso.
En términos generales, se puede decir que el
Pucará fue una pequeña ciudadela, construida con materiales propios de la zona
como la piedra de color rosado (pórfido cuarcífero), tierra, piedra pómez,
madera y paja recogida en las partes altas de las montañas. El agua se obtenía
de los pogyos o vertientes localizadas en la parte oriental del pucará y cerca
de la quebrada de Monjas. Las edificaciones responden a un patrón
arquitectónico incaico, adaptado a las condiciones topográficas de la colina,
las cuales determinaron la ubicación de accesos, puestos de control y dirección
de los muros de contención.
La función esencial de un Pucará fue la
militar, por ello se construyeron en lugares altos, de amplio dominio visual,
con recintos de piedra defendidos por murallas en su contorno. La funcionalidad
militar se comprueba también por al material arqueológico: restos de vasijas de
gran tamaño, armas de piedra y abundantes huesos de llama. No obstante esta
actividad básica, los ocupantes del edificio también debían realizar labores
artesanales, entre las que se encuentran: la cerámica, tejidos, herramientas y
adornos de hueso y piedra, a más de otras labores relacionadas con la
subsistencia de la gente asentada en este lugar. Algunos indicios llevan a
pensar que en este sitio se realizaban ceremonias relacionadas con el sol, la
luna, la tierra y las estaciones. Según las fuentes históricas, las fiestas más
importantes de los pueblos andinos ocurrían durante los cambios de estación. Es
decir, en los equinoccios (20 y 21 de marzo y 22 y 23 de septiembre) y
solsticios (21 de junio y 21 de diciembre).
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