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Nació en Budapest, capital de Hungría, que
entonces era parte del Imperio Austro-Húngaro, el 29 de Enero de 1901, en el
seno de una familia de religión judía. Su padre Maurice Anhalzer, era nativo de
Eslovaquia, comerciante en objetos de vidrio, loza y porcelana fina, tenía,
pues, una situación acomodada.
La mayor de cuatro hermanos, todos hombres.
Desde pequeña demostró inclinaciones artísticas y firmeza de carácter pues de
cuatro años afirmó categóricamente que quería ser pintora.
En 1906 su familia se trasladó a vivir en la
localidad industrial de Gyor, tenía una institutriz que le enseñaba alemán,
ingresó a la primaria y comenzó a coleccionar, artesanías populares. Desde que
una vez encontró una artesanía popular. Era una concha con rosas. La enseñó a
sus padres y le dijo que esa concha le gustaba mucho. Fue el primer contacto
que tuvo con el arte popular y de allí se le metió la manía de buscar y
coleccionar todo lo raro. Pronto tuvo una gran cantidad en una vitrina de su
dormitorio.A los dieciséis años logró que la aceptaran como alumna privada en
el Gimnasio de los Benedictinos donde todos eran novicios de la Orden, incluso
el que hacía de director de sus estudios. Al final del año rindió exámenes de
Latín, Matemáticas y Geometría.
En 1919, después de la I Guerra Mundial,
trabajó con la profesora Vally Wieseltier en Viena, como diseñadora en cerámica
de la fábrica Wierner Werkstatte, al mismo tiempo dibujaba para el periódico
social demócrata "Népszava" de Budapest e ilustró varios libros de
Emilio Zola en ediciones alemanas.
En 1920 fue dibujante para el periódico
"Arbeiter Zeitung" de Viena y conoció a Kunfi Zsigmond, figura
importante en la historia húngara. Ese año murió su padre y con parte de la
herencia se trasladó a Dusseldorf, en la llamada República de Weimar, estudió
pintura en la Kunstakademia y casó con el escultor Jupp Rubsam.
Entonces comenzó una etapa de trabajos,
pintando y dibujando con gran intensidad. También acompañaba a su esposo en
todos sus proyectos, especialmente en el diseño y construcción de una
monumental obra dedicada a la guerra, que al inaugurarse en 1927 motivó una
crítica mordaz del General Ludenforf, brazo derecho del Canciller Hindemburg,
porque era una glorificación de la paz.
Hacia 1930 se separó y divorció de su esposo
conservando sin embargo su amistad y el 32 casó en segundas nupcias con Bela
Fish, organizador de ultramar de una fábrica de cemento italo-yugoeslava.

El 35 Olga viajó a bordo del dirigible Graf
Zepelín a Pernambuco y Río de Janeiro a encontrarse con su esposo. Allí pintó
tipos populares como antes lo había hecho en Marruecos y compró artesanías.
El 37 retornaron a Gyor, solamente vivían sus
tres hermanos, pues su madre y abuela habían fallecido. Después siguieron a
Italia, en Palermo tomaron un vapor con destino a Eritrea donde vivieron un
año, que Bela Fish dedicó a su trabajo y Olga a sus pinturas, “siempre me gustó
la gente primitiva, sencilla, eso que llaman el subdesarrollo”. Y cuando el 38
terminó el contrato decidieron trasladarse a París y a New York a conseguir la
ciudadanía norteamericana, pero les fue imposible por cuanto el cupo de
inmigrantes húngaros estaba lleno. En esa última ciudad realizó una exposición
de sus pinturas de Eritrea y se relacionó con la revista Vogue y su director
Conde Nash.

"Bela se dedicaba a la administración y
Olga a la parte creativa. Allí también exponía y vendía sus pinturas y como es
una consumada políglota pues habla perfectamente bien el húngaro, alemán,
francés, inglés, español e italiano, su almacén se llenó de clientela
extranjera. Lástima grande que nunca le dio por aprender el quichua, idioma que
la hubiera comunicado íntimamente con los indígenas.
Es necesario anotar que desde su arribo a
Quito se había inspirado en motivos autóctonos ecuatorianos para sus diseños,
que por ello son algo propio. Igualmente, tuvo el acierto de no influir en los
diseños de los diferentes pueblos y comunidades indígenas que visitaba y
conocía, respetando sus creaciones.
Sus primeros éxitos artísticos y comerciales
se debieron a la hermosura de sus alfombras, pues, valiéndose de los hábiles
tejedores de Guano y de que les hizo cambiar el flojo nudo tradicional de esa
zona por el fuerte y tupido nudo persa, consiguió ejemplares que competían
exitosamente en los mercados mundiales, al punto que decidió con el tiempo
establecer un taller de tela al lado de su domicilio y almacén, logrando
confeccionar sus pedidos mayores para el exterior, incluyendo las cinco grandes
alfombras de 28 x 30 pies que adornan diferentes salones del suntuoso edificio
de las Naciones Unidas en New York.
Las libertades artísticas que asumía en sus
alfombras las hacían extravagantes al gusto de los quiteños de la década de los
cuarenta, acostumbrados a unos motivos florales seudo acacémicos, que se
repetían desde muchos años atrás sin una base artística original. Su
creatividad le abría mercados y en 1950 fue invitada por la compañía
"Schumacher" de decoración de interiores, que quería obtener la
exclusividad de sus alfombras. Le organizaron conferencias de prensa, una
campaña publicitaria por la televisión que recién salía en esos meses y el New
York Times le dedicó largos artículos.
En 1951 viajó a las islas Galápagos formando
parte de un grupo expedicionario de treinta personas. El recorrido la maravilló
aunque no estuvo exento de peligros e incomodidades. Después visitaría las
islas de San Blas en Panamá, habitadas por los indios Cunas que producen esa
maravillosa artesanía llamada Molas.
También viajaba por el interior del país. En
Otavalo compró la primera faja y la primera blusa bordada de las miles que
después vendería en su almacén y diseñó con una variación bastante grande,
muchas telas que en su mayoría las tejía Julián Muenala y confeccionaba con
ellas vestidos de los materiales más ligeros y de los más gruesos hacía
ponchos, sacos y chalecos. Tenía desfiles de moda en el teatro Sucre con chicas
de sociedad, de suerte que el negocio de folklore creció rápidamente y tuvieron
que mudarse a un edificio grande y vistoso de la Avenida 6 de Diciembre, en
cuyos parterres sembró los árboles frondosos que aún existen en esa zona. Su
nombre era famoso y su arte respetado.
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