Un espacio ancestral que
data del año 1500 a.C. al 1500 d.C. se muestra en medio del Parque
Ecológico Rumipamba. Este complejo se ubica al oeste de la capital del
Ecuador, Quito, exactamente en la avenida Occidental y Mariana de Jesús.
En este Museo Arqueológico y Natural se
registran las evidencias de la cultura Quitu, y de otros asentamientos
más antiguos de la historia aborigen del Ecuador que habitaron Rumipamba
de manera discontinua a lo largo de la historia.
Rumipamba, palabra kichwa, significa
pampa o ‘planicie de la piedra’, es un museo “in situ” cuyos vestigios
corresponden a diversos periodos arqueológicos, entre los que están
restos del periodo denominado Formativo Tardío, desde 1500 a.C. al 500
a.C., y del periodo posterior llamado “Desarrollo Regional”, desde el
500 a.C. al 500 d.C., caracterizado por la presencia de tumbas y
asociado a fragmentos de platos trípodes perforados y variedad de
cerámicas encontradas en el sitio.
Además existe evidencia del período de
Integración, desde el 500 d.C. a 1500 d.C., que está compuesta por
restos de aldeas y viviendas construidas en barro y techumbre de paja,
las mismas que se construyeron rodeadas por muros de piedra. De este
período hay también evidencia de tumbas poco profundas, ubicadas muy
cerca de las estructuras habitacionales antes mencionadas. Estas
estructuras funerarias constan de ajuares cerámicos que nos dan indicios
de sus costumbres rituales relacionadas con la muerte.
Hay también indicios de que habitantes
de la cultura Yumbo cavaron senderos para protegerse de la inclemencia
del clima mientras cruzaban los andes en su descenso a la costa o
tierras bajas. Finalmente, del último periodo precolonial se pueden
apreciar paredes incas.
Seguramente, la ocupación de este lugar
no fue continua, aseguran los investigadores. Debió haberse interrumpido
por las erupciones volcánicas del Pululahua y del cercano Pichincha
(especialmente la registrada en 1660 y 1662). Cabe recordar que la
erupción de 1859, arrojó grandes piedras y provocó grandes lahares.
Estos y otros datos aún están en investigación. Las excavaciones
arqueológicas están en progreso y el visitante puede observar cómo se
realiza el trabajo de campo del investigador.
El Parque Arqueológico y Ecológico
Rumipamaba cubre un área de 32 hectáreas donde se ha encontrado, a
partir del año 2001, gran cantidad de evidencias arqueológicas
anteriores a la conquista española, especialmente de carácter
arquitectónico.
El espacio arqueológico se encuentra
atravesado por la quebrada del mismo nombre que se origina en los
flancos occidentales del volcán Pichincha. En medio de este exuberante
paisaje podemos visitar y observar los sitios de excavación y
restauración de la cerámica, uno de los elementos que más abunda en el
sitio.
Historia del Museo
Fue en 1990, cuando en el lugar estaba
previsto construir un gran conjunto habitacional. La inmobiliaria empezó
la obra, pero mientras levantaban las edificaciones un obrero descubrió
restos humanos en una vasija y avisó al arqueólogo Alfredo Santamaría,
que era amigo suyo. Él dio aviso al Municipio y se paralizó la
edificación hasta realizar los estudios respectivos.
Tras una excavación dieron con un gran
hallazgo: osamentas, vasijas, grandes muros y hasta los restos de
viviendas. Así se declaró al lugar como un espacio patrimonial, el cual
se puede visitar demiércoles a domingo desde las 08:30 a 16:30. La
entrada es gratuita.
Visita Rumipamba
El recorrido dura alrededor de 90
minutos. En ese tiempo, los visitantes viven la experiencia de descubrir
el patrimonio en una de las excavaciones, con ‘El arqueoloco’, un
personaje que simula el trabajo del arqueólogo y lo transforman en una
tarea divertida. El acto se inicia con una invitación para que los
turistas desciendan a la profundidad y busquen entre la tierra. Ellos
usan pequeñas palas, bailejos y brochas. No les importa ensuciarse. Se
hincan o se sientan y empiezan a cavar.
Si tienen suerte, encuentran trozos muy
pequeños de vasijas que fueron escondidos por los mediadores. El
hallazgo causa sorpresa entre los asistentes, quienes pueden llevarse a
su casa lo que encontraron. “Esta es una forma que se ha ideado para que
los visitantes custodien y se apropien del patrimonio de Quito. Así se
genera conciencia de lo que tenemos”, explica Bernarda Ycaza,
coordinadora del parque.
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